En la
acutalidad la discusión de los modelos
de formación ocupa la mayor parte de los escritos y debates sobre la
transmisión del Psicoanálisis. El mundo ha cambiado y esto ha sacudido la
estructura básica que permitió durante tantas décadas la adopción, casi
incuestionable, de los standards propagados y la cultura contemporánea tiene
gran influencia en este cambio.
Hay desamparo
hacia los analistas por la cultura moderna. Con respecto a esto quedan dos
opciones, sucumbir ante la sociedad y borrar la capacidad de crítica y
creatividad o recurrir a modelos
antiguos dogmatizándolos de nuevo.
El niño posee
un vínculo con cada progenitor y existe un tercer vínculo que solo es entre sus
padres
El niño conoce su
vínculo y esta consciente de la relación en la cual no participa
El niño atribuye a la
figura paterna el papel hostil.
La traición de la
cultura
"La sociedad
actual no se interesa por procesos, sino por productos" (visión
funcionalista del "para qué"). El psicoanálisis, es un proceso. Se plantea un cambio sustancial en la visión
del psicoanálisis y la sociedad moderna. Es el conflicto que pone la sociedad a
la institución psicoanalítica.
Repercusión entre la
relación del paciente
El psicoanálisis
actúa como este objeto ajeno entre el paciente y el analista desde una actitud
neurótica, pasa a ser el objeto ajeno a la relación.
"Esto es debido
mayormente frente al dilema en que se encuentra el analista mencionado: el
analista funciona como apoyo emocional-empático (sin intervenir, de forma
condescendiente) validando la experiencia subjetiva de forma que el paciente
encuentre útil, pero al mismo tiempo siente que ha perdido su identidad
analítica. Si por otra parte el analista hace observaciones acertadas en la
objetividad el paciente se sentirá expuesto. Este dilema al final lo aparta de
la institución, de su identidad."
Aplicación Cultural
La cultura falla en contener las proyecciones de ansiedades y expectativas del
analista hacia la práctica psicoanalítica, lo que impide su comunión.
Finalmente, la
sociedad, estimula el distanciamiento y la separación de dios con el
hombre común en el analista. Lo ideal es que esta separación estimule el
surgimiento de ideas nuevas, que revitalicen el psicoanálisis y que evite la
destrucción propia del vínculo
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